INTRODUCCIÓN:
Ver las cosas desde un punto de vista positivo no siempre es fácil. En esta reflexión Lucía Borén Muñoz-Campos nos narra de una manera preciosa como la noche es mas oscura justo antes de que brille el sol.
Lucía también se plantea como, por medio del tiempo y la introspección, podemos encontrarnos con que no estamos tan cómodos como deberíamos estar. Al vernos obligados a parar durante un minuto, ponemos más atención a las cosas tan maravillosas que conforman la cotidianidad de la vida. Una reflexión preciosa que no te puedes perder.
LA AUTORA:
Mi nombre es Lucía, y lo cierto es que quien me conozca sabrá ¡cuánto caos cabe en esas cinco letras!
Aunque estudio ingeniería, mi espíritu siempre me ha empujado a escribir. Desde que tengo memoria, he llevado conmigo un boli y un papel encima, no vaya a ser que viva algo y me arriesgue a olvidarlo...
Escribir no solo me sirve para recordar, sino también para aprender. Me coloca cara a cara con la persona que a veces olvido que soy; me lleva a buscarme a mí misma, a no dejar de hacerlo, en un mundo donde el conocimiento se quiere extender hasta los límites del universo... pero no tiene tanto interés en mirar hacia dentro. Escribir me equilibra, me acompaña, me sorprende.
A quien me lea, le diré que escribirse a uno mismo es cambiarse la vida.
RUMBO A LA DERIVA:
Este viaje es hacia dentro.
Hoy toca echar de menos desde la orilla, pasar la aduana de los recuerdos.
Hoy toca aprender, rumbo a lo desconocido, sin marcharse lejos.
Tantas horas en tan poco espacio, en compañía de uno mismo.
Aprendiendo de nuevo a contar el tiempo, a medir las metas de día en día.
La prisa, antes necesaria, se vuelve un recurso vacío.
Mientras cambiamos la mirada hacia la vida, lo hacemos hacia los demás y hacia nosotros mismos.
Ilustración de la autora:
Y cómo duele a veces mirarse, tener tiempo para prestarse atención.
Ver que quizá no soy lo que creía que era: ese conjunto de recuerdos y proyectos, de historias y ambiciones. Ver que, siendo despacio, soy de otra manera, de otro color. Pero no dejo de ser, en ningún momento.
Mirar a ese yo que se adapta, que cambia, que muda la piel... que hace, de lo cotidiano, un rincón extraordinario.
Ser consciente del miedo que implica deshacer el futuro; a corto, medio y largo plazo. Y también ser consciente, con cierto alivio contradictorio, de que el futuro, en este ahora, no nos hace falta.
Así que quizá este barco que parece que no va a ninguna parte, al final lleva más allá de lo esperado. Al fondo de uno mismo.
Sí, es un destino incómodo, inexplorado. Nadie quiere visitarlo, por un temor cultural e irracional a lo que podemos encontrar en él.
Nadie nos ha enseñado que es un lugar que merece la pena.
Es un buen momento para soltar, dejarse llevar y poder averiguarlo.
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